Nuestro nueve elude al libero, y ante la salida del
arquero intenta eludirlo para su deleite. El lateral llega y alcanza a tirar la
pelota hacia afuera.
Suena
el silbato final. Cero a uno.
El
regreso fue duro.El ruso, convertía del maravilloso fútbol dominguero, un
juego ególatra. Una vez más nos quedábamos al pie de la desclasificación en el
torneo abierto del Club Italiano. Solo nos salvaba el milagro de ganar por 4
goles al puntero y que el tercero perdiese con el anteúltimo.
En
fin, todo el sacrificio de la semana en vano. Kilómetros corridos, horas de
gimnasio tirados a la mierda.
Para el siguiente partido, se nos ocurrió la idea de poner en el fondo una línea de tres, en el medio Bruno como volante para poder contener a los hábiles volantes para buscar de un empate heroico o la derrota decorosa.
El partido fue un 1-2 sobre el final. Tras un córner a los 15 minutos del primero, un despeje tímido de nuestro arquero, dejó en manos del nueve, clavando la victoria (nuestra derrota) en el partido inaugural del torneo.
Alguno
disparó, en el asado, que el ruso debía colgar los botines y probar con otras
actividades más de su estilo, como la apicultura o el solitario, sin ir más
lejos.
El
ruso, miró despectivo, y huyo de la mesa, como si fuese sido ajeno a la
derrota.
Tras
varios intentos de cambios tácticos llegamos a los 25 puntos sobre los 40
del puntero, el temeroso y aguerrido “Tehuelches”, que llevaba dos
campeonatos invictos.
La situación era tensa. En el viaje de ida el Colo, apenas hizo comentario. No había vuelta atrás.
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