Cuando Papa perdió el empleo en el
ferrocarril nos dijo que aquel año íbamos a festejar la navidad en familia como
ninguna otra.
En casa eramos muy pobres. Solo
recuerdo, no sin dificultad, a algunos de ellos:
Mi padres Pochenka y Leon, mis
hermanas Davidenkay Torkiev y mis abuelo Anatoly.
Con mis hermanos admirábamos al abuelo por
su jovialidad y carisma. Se ufanaba de las mujeres bellas que había conquistado
y de su cuerpo privilegiado.
Mis padres trataban de disimular la
pobreza en la que vivíamos a diario.
Pero lo que mas nos causaba admiración,
era la comida que mi madre y la abuela Pochenka cocinaban con tanto amor y
ternura: huesos que mi padre traía del cementerio que condimentaba con ensalada
de yuyo, barro y brea y un leve toque de alcanfor o, en su defecto, talco
ortopédico)
Masticábamos aquellos legumbres fibrosas
sin quejarnos.