Pedro Asturiaga estaba contento de cargar Price Waterhouse a sus hombros. El era asesor inter- agroindustria. Su vida era el trabajo y un poco más lejos el jazz. Su querido y preciado jazz.
Su labor se extendía en la mayoría de los casos hasta altas horas de la noche y pasaba días durmiendo solo cuatro horas.
El era “asesor técnico de agroindustria con especialización en exportación en Sudamérica. Y así se sentía cuando le preguntaban al regreso de sus largos viajes de trabajo:
“Hola Pedro! ¿Cómo va todo?
“Bien, bien-respondía- Ahora soy asesor técnico de agroindustria; me ascendieron. Este año aumentamos un 35% las exportaciones de cereales en América Latina”.El otro contrariado, inventaba una excusa y dirigía el diálogo hacia otro.
Su vida tenía una estructura. Pensaba que El era alguien; trabajaba para la empresa número uno en auditoria y había ascendido varios escalafones en un tiempo corto.
De eso se acordaba cada día, cada momento, cada vez que le entregaban un trabajo a último momento y debía quedarse hasta las cuatro o con suerte cinco de la mañana.
Pero la sensación de satisfacción al finalizar cada trabajo era irremplazable: tras apretar el icono Guardar Como, se reclinaba en la silla y se ponía a escuchar su disco favorito de Louis Amstrong, hasta que le estallaran los oídos.
…
Tiempo después Pedro conoció a Julia; quien trabajaba como telemarketer. Se enamoró a primera vista.
Pronto se casaron y tuvieron dos lindos e imaginarios hijos.